lunes, 3 de octubre de 2011

GUIA PARA EL ESTUDIO DE BOCCACCIO Y EL DECAMERÓN


  1. BOCCACCIO Y SU ÉPOCA
Giovanni Boccaccio nació en de 1313. Pudo haber nacido en Florencia, en Certaldo o,
incluso, según algunas fuentes, en París, lugar al que su padre debía desplazarse a
menudo por razón de su trabajo. Se sabe que su infancia transcurrió en Florencia hasta
1325 o 1327. En 1331 conoció a una dama napolitana de la que se enamoró
apasionadamente a la que inmortalizó con el nombre de Fiammetta («Llamita») y a la
que cortejó sin descanso con canciones y sonetos. Bajo su influencia escribió Boccaccio
sus novelas y poemas juveniles. Se sabe que fue Fiammetta la que puso fin a la relación
entre los dos, y que la ruptura le causó a Boccaccio un hondo dolor.
En diciembre de 1340, después de al menos trece años en Nápoles, tuvo que regresar a
Florencia a causa de un grave revés financiero sufrido por su padre. Entre 1346 y 1348
vivió en Rávena. En 1348 regresó a Florencia, donde fue testigo de la peste que describe
en el Decamerón. En 1351 le fue confiado el encargo de desplazarse a Padua, donde
vivía Petrarca, a quien había conocido el año anterior, para invitarlo a instalarse en
Florencia como profesor. Entre ambos escritores nació una sincera amistad que se
prolongaría hasta la muerte de Petrarca, en 1374. En el último período de su vida
recibió del ayuntamiento de Florencia el encargo de realizar una lectura pública de La
Divina Comedia de Dante, que no pudo concluir a causa de la enfermedad que le causó
la muerte el 21 de diciembre de 1375.
La obra de Boccaccio se enmarca en la transición entre la Edad Media y el
Renacimiento. Aunque sus escritos aún poseen rasgos medievales, el autor del
Decameron inaugura, junto con Dante y Petrarca, el Renacimiento para la literatura
europea. Durante los siglos XIV y XV (y para ciertos factores ya desde el XIII), la
sociedad medieval va experimentando cambios en todos sus órdenes: estos cambios,
graduales y paulatinos, la van llevando progresivamente hacia el Renacimiento.
Florencia será el centro de esos cambios, tomando el testigo de Provenza. En estos
siglos Florencia se convierte en une república independiente, en la que la burguesía
comercial y los grandes gremios sustituyen a las viejas familias aristocráticas en el
gobierno de la ciudad y extienden su influencia a toda Europa. Se trata de un periodo
de enorme riqueza artística y literaria, cuyos representantes principales son Dante,
Petrarca y Boccaccio.
Son pocos los datos fidedignos sobre la vida de Dante: su amor por Beatriz, a la que
conoció siendo niños, y su dedicación a la política, que lo condujo al destierro del que
nunca regresó y en el que encontró la muerte en Rávena, en 1321. Su obra más
importante, una de las obras fundamentales de la literatura occidental de todos los
tiempos, es la Divina Comedia. Es una obra extensa, articulada en torno al número
tres, como imagen de la Santísima Trinidad. Está compuesta por tres partes, cada una
de ellas formada por treintaitrés cantos, salvo la primera, que tiene uno más que sirve
como introducción. Narra Dante su viaje por las tres regiones de ultratumba de la
religión cristiana: el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso.
Al contrario que Dante, de la vida de Petrarca existen abundantes datos: intelectual de
prestigio, vinculado a diversas cortes italianas, tuvo, como Dante, un gran amor, Laura,
a la que dedica su Cancionero. Escribió indistintamente en latín y en “lengua vulgar”.
En italiano compuso su obra mayor, el Cancionero, escrita durante más de cuarenta
años. Dedicada a Laura, en ella desarrolla Petrarca su concepción del amor, el
petrarquismo, que tendrá una enorme influencia en la literatura posterior: devoción a
la amada, aceptación del sufrimiento que ello supone, muerte de la amada, deseo de
salvación a través del amor… La obra está compuesta por 366 poemas, distribuidos en
dos secciones tituladas “In vita” e “In morte”, además de un soneto prólogo y una
canción final dedicada a la Virgen María.
Junto a Boccaccio, Dante y Petrarca figuran entre los precursores que anticipan en el
siglo XIV una nueva concepción del mundo centrada en el hombre y su creatividad.
Los tres autores sentaron las bases tanto del Humanismo como del Renacimiento.
(OJO, SIGUE EL TEMA) 


  1. EL DECAMERÓN Y LA OBRA LITERARIA DE BOCCACCIO

Como sus contemporáneos Dante y Petrarca, Boccaccio es autor de obras en latín y en
italiano. Entre sus obras latinas destacan Genealogia deorum gentilium, una de las más
completas recopilaciones de leyendas de la mitología clásica. De casibus virorum
illustrium ,una obra con la que se intenta demostrar la caducidad de los bienes
mundanos y la arbitrariedad de la fortuna recurriendo a una serie de historias
protagonizadas por personajes de todas las épocas. Y De claris mulieribus, una serie de
biografías de mujeres ilustres.
Sus obras en italiano son: el Filocolo, La caza de Diana, el Filostrato o la Teseida. La
más significativa es el Corbacho, un relato cuya trama, tenue y artificiosa, no es más
que un pretexto para un debate moral y satírico. Tanto por su tono como por su
finalidad, la obra se inscribe en la tradición de la literatura misógina. La composición
tiene su origen en un enamoramiento poco exitoso de Boccaccio.
El Decamerón es un libro constituido por cien cuentos, algunos de ellos novelas cortas,
terminado por Giovanni Boccaccio en 1351, alrededor de tres temas: el amor, la
inteligencia humana y la fortuna. El autor italiano emplea una técnica heredada de la
tradición oriental: parte de una historia y de un narrador principal (como Sheherezade
en Las Mil y una noches) que, a lo largo de varias jornadas, va engarzando las cien
historias que componen el texto. Para engarzar todas las historias, Boccaccio estableció
un marco de referencia narrativo: la obra se inicia con una descripción de la peste
bubónica, la epidemia que golpeó Florencia en 1348, argumento que da ocasión a que
un grupo de siete jóvenes mujeres y tres hombres, que huyen de la plaga, se refugien en
una villa en las afueras de Florencia. Para pasar el tiempo, cuentan historias.
Cada día, uno de los jóvenes es nombrado rey de los demás, con el encargo de
organizar las narraciones, así como de proponer un tema sobre el que éstas han de
versar. De este modo, cada miembro del grupo cuenta una historia por cada una de las
diez jornadas que pasan en la villa (de ahí proviene el nombre en griego que da título
al libro: deka 'diez' y hēmera 'dias') hasta completar las cien narraciones.
El Decameron rompió con la tradición literaria y, por primera vez en la Edad Media,
Bocaccio presentó al hombre como artifice de su destino, más que como un ser a
merced de la gracia divina. Con esta obra, además, Boccaccio desarrolla el tradicional
cuento medieval añadiéndole una dote psicológica de la que carecía, presentando al ser
humano como lo que es: una persona con virtudes y defectos, con sus penas y glorias.
Boccaccio pretende dotar a su obra de una cohesión interna de la que carecían las obras
narrativas de su tiempo: se trata de un paso más hacia la creación de la novela
moderna. Lo que hoy entendemos por novela es un texto de gran extensión con una
estructura bien definida, coherente, con sentido unitario, que desarrolla por lo general
un argumento de principio a fin. Este género, sin embargo, no aparecerá en la literatura
europea hasta el surgimiento del Lazarillo y el Quijote, mucho tiempo después. El
Decameron no desarrolla un argumento unitario y carece de la cohesión de una novela,
pero Boccaccio, consciente de las carencias de la narrativa de su tiempo, hace un
esfuerzo por ir más allá de la mera recopilación de cuentos e historias: las cien
narraciones que componen la obra cuentan con un hilo conductor, con unas
características comunes y con unos personajes y un ambiente que sí le dan cierta
unidad.


3. TEMAS DEL DECAMERÓN

Boccaccio defiende en el Decamerón dos ideas esenciales:
· el amor como medida del hombre y lo erótico como algo natural
· la vida activa en sociedad, en la ciudad, único lugar donde se puede alcanzar el
ideal de vida burgués.
A lo largo de la séptima jornada, el Decameron narra las “las burlas que por amor o
para su propia salvación las mujeres han hecho a sus maridos”. “Burla” y “mujeres”
parecen haber sido una asociación común a lo largo de la Edad Media y en los cuentos
orientales en donde se despliegan listas importantes de astucias femeninas. Porque hay
algo que el Decameron pone en juego y es la transformación de la donna gentile ideal
de Dante y Petrarca en la donna de carne y hueso equiparada al hombre. Hombres y mujeres son iguales en lo que a valores se refiere y en su derecho a acceder a los
placeres del amor y la vida.
En el Proemio el autor incluye su manifiesto poético que indica su actitud e ideología.
Boccaccio desarrolla el tema del amor bajo una perspectiva exclusivamente humana:
recuerda con agrado su antigua pasión amorosa y la asume sin sentimiento de culpa
(frente a Dante , para el que amor=pecado y Petrarca, amor=error y arrepentimiento).
El modo en el amor se concibe presenta rasgos propios de la época de transición en que
la obra fue escrita: por una parte, está aún muy alejado del amor platónico y espiritual
que será característico del Renacimiento: en la mayoría de los casos se trata de un
amor carnal, de una recreación en los placeres sensuales que se repite en la mayoría de
las historias. En este sentido la obra tiene un gusto aún muy medieval, si bien puede
interpretarse este interés por lo carnal como un rasgo del antropocentrismo
renacentista: no interesa la vida humana en tanto en cuanto periodo transitorio previo
a la vida del más allá, sino, antes bien, en sí misma: en el punto de mira del autor están
el cuerpo humano, sus apetitos, sus vicios y virtudes; sus limitaciones y, ante todo, un
optimismo vitalista que procura extraer todos los dulzores que el mundo es capaz de
ofrecer.
Boccaccio se dirige a las mujeres enamoradas, a las que trata con gran realismo; esta
cercanía le facilita conectar con la psicología femenina y denunciar su discriminación
sexual, social y familiar. La elección de la mujer como receptora del libro concuerda
plenamente con que era la principal demandante de literatura para el ocio y con la
novedad en el tratamiento del cuento por parte del autor, lejos de la tradicional función
didáctica.
Este tratamiento que el autor da a la mujer es un rasgo que lo diferencia de sus
antecesores. Ahora la mujer se equipara al hombre al tener acceso a los placeres de la
vida, el amor, la libertad y la aventura. Así, da voz a siete mujeres para que expresen
sus sentimientos a través de sus historias, una historia en el que el papel de la mujeres
agudo, hábil, descarado e ingenioso.


Otros temas importantes en la obra son:

El vitalismo.
Las cien historias del Decameron reflejan una realidad múltiple. Su esquema empieza
con la degradación de la sociedad para ir escapando a una sociedad más feliz. Visión
de la muerte para acabar en una situación más optimista., que se aprecia en la
disposición misma de las jornadas: la primera (reprobación de los vicios) abre y la
última (exaltación las virtudes) cierra idealmente la obra.
La inteligencia humana.
A tono con la mentalidad burguesa que empieza a imponerse en Florencia, el autor
propone la consecución del placer, del disfrute literario que lleve a la regeneración a
través de la inteligencia. En su retiro unos días a los alrededores de Florencia, los
jóvenes se van a dedicar a narrar los cien cuentos del libro. Es la búsqueda de un orden
frente al caos de la ciudad; el retiro se convierte en un viaje de regeneración, se irán
purificando en contacto con la naturaleza y la literatura. Pero finalmente los hará
retornar a la ciudad, marco ideal de la vida burguesa.
Por otra parte, la inteligencia aparece con frecuencia, generalmente en forma de
ingenio, de astucia, como un signo de humanismo; el humanismo propugna la razón
como la herramienta más característica del ser humano y cifra en ella sus esperanzas:
no son las creencias ciegas y las supersticiones las que han de redimir al hombre de su
mísera condición, sino la lógica y la inteligencia, la capacidad de discernir lo bueno de
lo malo, de organizar el mundo, de racionalizar la vida.
La Iglesia.
Hacia finales de la Edad Media se va gestando en Europa un movimiento de crítica y
oposición a los excesos cometidos por el clero. Este movimiento hallará más tarde su
máximo esplendor en el erasmismo y en la Reforma protestante. El monopolio cultural
y espiritual ejercido durante siglos por la Iglesia Cristiana, unido a la
desproporcionada acumulación de riquezas y poder que llevó a cabo esta institución,
consiguió despertar las críticas acerbas de los pensadores y hombres cultos como
Boccaccio. Por ello, en el texto que estudiamos es muy frecuente encontrar monjes
lascivos, eclesiásticos ambiciosos y monjas poco escrupulosas con los preceptos
cristianos. En general, la obra resulta ser un reflejo bastante fiel de la realidad del
momento, de tal manera que el estamento eclesiástico sale bien poco favorecido.

La Fortuna.
Es un tema recurrente tanto en las letras medievales como en las obras clásicas, aunque
Boccaccio matiza su influencia con el valor del ingenio para hacer frente a situaciones
adversas.

4. ASPECTOS TÉCNICOS Y FORMALES DE LA OBRA

Técnicas narrativas
La compleja técnica narrativa del Decamerón se caracteriza por la interacción de tres
planos narrativos diferentes:
· El del autor, especialmente en el Proemio y también las distintas introducciones
y conclusiones: en este plano, Boccaccio habla de sí mismo, dirigiéndose a las
lectoras que asume como receptoras idóneas –lo que en narratología se conoce
como “lector ideal”-. Este diálogo con las mujeres es la clave de la temática, el
estilo, el tono y el registro literario adoptados por el autor, que dialoga
directamente con sus lectoras por medio de “vosotras” o una serie de
apelativos: “graciosísimas señoras, queridísimas señoras, jóvenes señoras,
valiosas jóvenes…”. Este diálogo se aleja del “marco dialogado” del cuento
tradicional pues ya no es un soporte estructural sino que facilita la
comunicación con cualquier receptor. Habla con sus “queridísimas señoras” a
las que opone sus detractores: religiosos (dominicos) y sectores reaccionarios
florentinos.
· El de los jóvenes: su encuentro, sus decisiones, sus aventuras… Se trata de un
marco bien definido: personajes, escenario, tiempo histórico.
· El de los propios cuentos, cada uno de ellos con sus características propias.
Los dos primero planos son narrados por el narrador principal, pero desde funciones
diferentes.
· En el primer plano, el narrador en primera persona se identifica plenamente
con el autor, y no tiene función narrativa, sino expositiva o argumentativa:
Boccaccio no “narra”, sino que reflexiona y expresa su ideología, su visión del
mundo y del valor de la propia literatura.
· En el segundo sí actúa como narrador: se trata de una voz en tercera persona
omnisciente. Este plano se ve salpicado de intromisiones del primero, en forma
de comentarios o apelaciones intercaladas a las lectoras.
En el tercer plano, los cuentos, identificamos a cada narrador por la introducción, es
decir, sabemos cuál de los personajes está contando el cuento. Sin embargo, en sentido
estricto, este narrador no interviene como tal sino que adopta el papel de tercera
persona omnisciente. En este tercer plano los jóvenes que escuchan los relatos
cumplen la función de narratarios.
La perspectiva del relato es, pues, variable y, en general, no existe focalización.
En cuanto a la técnica narrativa, los cuentos siguen el modelo tradicional: linealidad,
omnisciencia y desarrollo clásico en planteamiento. Nudo y desenlace. La propia
historia de los jóvenes sigue también este mismo modelo. La aportación de Boccaccio –
que no innovación: este sistema ya se emplea en Las mil y una noches-, es utilizar una
de las narraciones como marco narrativo de la segunda, con el fin de dar cohesión al conjunto.
En lo que se refiere al tratamiento del tiempo y los marcos escénicos, contrasta la
definición, unidad y concentración de la historia de los jóvenes con la variedad de
espacios, escenarios y tratamientos de los cuentos.
Lo mismo ocurre con los personajes. El realismo del Decameron alcanza a los
personajes y los ambientes, además de, como ya se ha visto, al lenguaje popular. Por
las páginas del libro pululan frailes, mendigos, jóvenes y viejos, mujeres de dudosa
moral y toda suerte de individuos característicos de la sociedad del momento, tomados
del natural al modo de una pintura o retrato.
Lenguaje y estilo
La principal característica estilística del Decameron es el contraste:
· Por una parte, se observa un estilo más retórico, con periodos elegantes,
oraciones amplias y a veces complicadas, lenguaje propio de la prosa cortés con
resonancias latinas. Este estilo es propio del marco narrativo –la historia de los
jóvenes- o el Proemio.
· Por otra, aparece un lenguaje más crudo y realista, en la descripción de la peste
o en los cuentos.
Este contraste estilístico obedece, en primer lugar, al propio carácter del autor:
Boccaccio es un gran conocedor de los textos clásicos y, como latinista, trata de
enriquecer el italiano (lengua romance, aún en desarrollo) con los recursos léxicos y
sintácticos propios de aquella lengua; por otra parte, nuestro autor es también un
agudo observador de la realidad de su tiempo: de sus gentes, sus costumbres y, cómo
no, del lenguaje popular; de la lengua que se habla en las calles.
La objeción es que la combinación de ambos estilos resulta algo brusca: se dan cita en la
obra dos extremos difíciles de conciliar. Los narradores y dramaturgos del Barroco
(como Shakespeare o Cervantes) serán maestros en combinar diferentes estilos y
registros, pasando con naturalidad de unos a otros según lo pida la situación; pero
Boccaccio aún carece de las herramientas y los modelos adecuados: en el Decameron esa variedad aparece algo forzada, con un contraste demasiado marcado entre lo culto y lo popular.
Como en otros aspectos, el autor italiano es aún un precursor: un creador que abre
nuevas vías, investiga nuevas posibilidades y sienta las bases para otros artistas que
habrán de sucederlo en la posteridad y que podrán aprovecharse del genio de aquél.

5. ORIENTACIONES PARA EL COMENTARIO CRÍTICO
El comentario crítico es una exposición libre y personal sobre lo que el texto sugiere. En
el examen de Selectividad se incluye un tema concreto que hay que desarrollar en el
comentario, además de esa reflexión personal. Por lo general, suele ser la vigencia de la
obra en la actualidad, su influencia o su relación con determinadas expresiones
culturales, como el cine.
Para la reflexión personal, es conveniente hacer una pequeña síntesis inicial que recoja
las ideas o aspectos concretos del texto y la obra que se van a tratar. Es conveniente
centrarse en el texto lo más posible, de forma que las referencias a la obra tengan algo
que ver con el fragmento propuesto y no sean excesivamente generales. En otras
palabras: no vale prepararse un esquema general válido para cualquier texto del
Decamerón, aunque sí unos puntos básicos que puedan desarrollarse en todos los
casos.
Una vez expuesta esa síntesis, se exponen las ideas y valoraciones personales. Es
importante redactar en tercera persona y no en primera, como si fuera una especie de
ensayo. Y hay que cuidar la expresión.
Por último, en cuanto al tema específico propuesto en el examen, suele ser muy amplio,
de forma que no debe plantear ningún problema imposible de resolver. En general se
pregunta sobre la vigencia de lo que la obra plantea: temas, actitudes… o sobre su
influencia posterior, tanto cultural como artística.
He aquí algunas sugerencias, que pueden servir también para ser integradas en el
comentario personal:
Influencia de Boccaccio en la literatura europea.
Bajo la influencia de Boccaccio, Chaucer escribe Los cuentos de Canterbury, una
recopilación de relatos enmarcados por una situación que les confiere unidad,
siguiendo el modelo del Decameron. En este caso se trata de un grupo de peregrinos
que se dirigen a la tumba de Thomas Beckett y coinciden en una posada; allí el
mesonero propone que cada peregrino narre cuatro historias, dos camino de ida y otras
dos camino de vuelta, reservando un premio para el mejor narrador.
Otros sucesores de Boccaccio en el cultivo del relato breve son Franco Sachetti, autor
de Trecentonovelle, y Masuccio Salernitano, con Il Novellino. Ya en el siglo XVI
encontramos a Mateo Bandello y a Margarita de Navarra, autora del Heptamerón.
Influencia de Boccaccio en la literatura española.
En España, mientras la obra poética de Garcilaso será la adaptación a nuestras letras
de la poesía de Tetrarca, Boccaccio, en cambio, puede compararse con el Lazarillo: en
esta obra, considerada por muchos la fundadora de la novela moderna, el espíritu
erasmista lleva al anónimo autor a plasmar con ojo crítico las asperezas, vicios y
múltiples defectos de su época; se denuncia la falsedad y los abusos de la Iglesia, se
deja constancia de la degradación física y moral de la sociedad. Al mismo tiempo, el
Lazarillo es una obra divertida llena de anécdotas curiosas, recogidas de las tradición
oral o, tras la edición de la obra, convertidas a su vez en patrimonio del vulgo.
Además de ese paralelismo, existen múltiples huellas de la influencia de Boccaccio en
nuestra literatura:
· La Elegia de Madonna Fiammetta fue el modelo de la novela sentimental española
del siglo XV, con títulos tan señeros como el Siervo libre de amor, de Jorge
Rodríguez del Padrón o Carcel de amor, de Diego de San Pedro. Ciertos rasgos
propios de este género pueden hallarse también en La Celestina.
· En la primera mitad del siglo XV, el Arcipreste de Talavera compuso una obra
imitando el Corbacho de Boccaccio, con el mismo nombre y el mismo tono
antifeminista, notable por la recreación del lenguaje popular.
· Dos obras de Boccaccio, la Comedia de las ninfas florentinas, y el Ninfale fiesolano,
pueden considerarse precursoras de la novela pastoril, género que tuvo un gran
desarrollo en la literatura europea del siglo XVI. En España, pueden citarse La
Diana (1559), de Jorge de Montemayor; La Diana Enamorada (1564), de Gaspar
Gil Polo; La Galatea (1585), de Miguel de Cervantes; y La Arcadia (1598), de Lope
de Vega.
En cuanto al Decameron, es sin duda la obra más influyente de Boccaccio En España,
hay menciones de la obra ya desde 1440, y en la biblioteca de El Escorial se
conserva el manuscrito más antiguo de la obra en lengua castellana, de mediados
del siglo XV. La primera edición castellana de la obra data de 1496, en Sevilla;
siguieron después las de Toledo (1524), Valladolid (1539) y Medina del Campo
(1543). Desde entonces han sido numerosísimas las ediciones de la obra. El género
del relato o novela corta —del italiano novella, que pasó al español como
«novela»— tardó en cuajar en la literatura castellana. Son obras claramente
deudoras del Decameron las Novelas ejemplares (1613), de Cervantes, o las Novelas a
Marcia Leonarda (1621–1624), de Lope de Vega.
La importancia del Decamerón
El Decamerón rompió con la conservada tradición literaria de relatos místicos e hizo de
Boccaccio el padre de la novela moderna, al desarrollar el tradicional cuento medieval
añadiéndole una dote psicológica de la que carecía, presentando al ser humano como
lo que es: una persona con virtudes y defectos, con sus penas y glorias.
Boccaccio pretende dotar a su obra de una cohesión interna de la que carecían las obras
narrativas de su tiempo: se trata de un paso más hacia la creación de la novela
moderna. Lo que hoy entendemos por novela es un texto de gran extensión con una
estructura bien definida, coherente, con sentido unitario, que desarrolla por lo general
un argumento de principio a fin. Este género, sin embargo, no aparecerá en la literatura
europea hasta el surgimiento del Lazarillo y el Quijote, mucho tiempo después. El
Decameron no desarrolla un argumento unitario y carece de la cohesión de una novela,
pero Boccaccio, consciente de las carencias de la narrativa de su tiempo, hace un
esfuerzo por ir más allá de la mera recopilación de cuentos e historias: las cien
narraciones que componen la obra cuentan con un hilo conductor, con unas
características comunes y con unos personajes y un ambiente que sí le dan cierta
unidad.
Por primera vez en la Edad Media, Bocaccio presentó al hombre como artifice de su
destino, más que como un ser a merced de la gracia divina.

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